Este es otro
cambio en las concepciones educativas. El aula es el espacio
físico para realizar la clase o sesión de aprendizaje, pero es, al mismo tiempo, un escenario que
debe generar satisfacción mutua: estudiantes y docentes debemos salir del aula
satisfechos por haber realizado una labor productiva; por tanto, gratificante.
Observemos el
siguiente gráfico:
El aula debe ser una escenario que genere satisfacción al docente y al estudiante |
Recordemos que
los profesores permanecemos en nuestras instituciones educativas un tercio de
nuestra vida profesional. De las veinticuatro horas del día, ocho estamos en el
centro laboral, y de éstas, varias horas en las aulas.
Por esta razón
las aulas deben ser escenarios de permanente satisfacción y de realización, que rompa inclusive el círculo de tensión
al que estamos sometidos en la vida diaria. Si salimos del aula alegres
llevaremos alegría. Si salimos frustrados llevaremos
frustración.
Pero mucho dependerá del profesor para que el aula sea un escenario en el cual aflore la atención, la imaginación científica, la participación, la alegría por el estudio; para que el estudiante no se sienta obligado a estudiar, sino que sienta la necesidad de aprender para la profesión y para la vida. Y sienta que su aula es realmente su escenario de formación y deseen permanecer en ellas.
En el sentido
técnico en el aula el docente hace administración: de competencias, del espacio,
del tiempo, de los contenidos curriculares, de los medios y materiales
educativos, de la disciplina, de la participación de los educandos, entre otros
aspectos.
En cuanto a los contextos del aula, éstos son: la escuela y la familia. Por escuela nos
referimos al contexto administrativo y sociocultural de la institución
educativa. La comunidad y la naturaleza o medio ambiente son los contextos inmediatamente superior del aula.
Si analizamos la influencia que ejerce la institución educativa y la
familia, la comunidad y la naturaleza sobre el aula, veremos, en el gráfico superior, que ésta es inmediata. Por ejemplo, un altercado
violento de los padres de un estudiante, antes de salir a clases, se notará en
su conducta en el aula.
Lo que ocurra en la comunidad influye de igual manera. Recuerdo el ataque del 11 de setiembre del año 2001 a
las torres gemelas del World Trade
Center en los Estados Unidos; ocurrió poco antes de las nueve de la
mañana y fue televisado en tiempo real. Las escenas fueron tan impactantes que de inmediato se suspendieron las clases; nos invadió una mezcla de asombro, temor, incertidumbre.
Un suceso político, un encuentro deportivo, una fuerte lluvia dejan
sentir su efecto de inmediato en las aulas. Recordemos los efectos del fenómeno climático llamado "Niño costero" de este año 2017.
Por el contrario,
la influencia de lo que acontezca en el aula hacía afuera (ver gráfico) es a mediano plazo. Se calcula que
los primeros resultados, favorables o desfavorables, para los profesionales
formados en las instituciones educativas superiores deben manifestarse a partir
de los cinco años de egresados. Si sumamos los cinco años de formación
académica, equivale a que los profesores tenemos que esperar ¡diez a años! para
ver a nuestros egresados realizarse en su vida profesional y social.
Significa que
sembramos para cosechar a mediano plazo. Por lo tanto, los docentes necesitamos
un propósito, una aspiración, o mejor aún, una visión que nos genere la fuerza
emocional para encarar nuestra noble tarea de educar, que no es simple sino
compleja, que exige esfuerzo y constante capacitación; aun cuando muchas veces
no es reconocida y recompensada, como debería ser.